Estatua de Juan Ponce de León / Statue of Juan Ponce de León - San Juan, Puerto Rico

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Estatua de Juan Ponce de León, San Juan, Puerto Rico

Descripción

Juan Ponce de León está parado en un pedestal al centro de la Plaza de San José. Viste su traje y armadura típica de conquistador y apunta hacia el sur, posiblemente hacia Caparra, el primer asentamiento colonial en Puerto Rico la cual él fundó. Hay cuatro inscripciones, una a cada lado del pedestal. Dicen lo siguiente:

EL EXCMO AYUNTAMIENTO A JUAN PONCE DE LEÓN

CONQUISTADIOR Y PRIMER GOBERNADOR DE ESTA YSLA

24 DE JUNIO 1882

COMPAÑERO DE COLÓN EN SU SEGUNDO VIAJE

DESCUBRIDOR Y PRIMER ADELANTADO DE LA FLORIDA E YSLAS DE BIMINI

VISITA LA YSLA EN 1508

VOLVIÓ A POBLARLA EN 1509

TERMINÓ SU CONQUISTA EN 1511

HERIDO EN LA FLORIDA EN 1521

MURIÓ DE RESULTAS A POCO DE LLEGAR A CUBA

Contexto

En 1882 arribó a la Isla una estatua de Juan Ponce de León procedente de los Estados Unidos (ver imágenes abajo). Según el periódico La Correspondencia, la estatua fue fue fundida utilizando el metal derretido de los cañones capturados de los buques del corsario inglés Ralph Abercromby quien intentó colonizar a la Isla en 1797. Este fue el último intento de invasión llevado a cabo por una potencia europea en Puerto Rico y es considerada como uno de los momentos más importantes en la historia de Puerto Rico. Durante este ataque, negros libertos defendieron las costas de Cangrejos y las mujeres en San Juan encendieron sus antorchas para hacer a los ingleses pensar que la ciudad amurallada estaba fuertemente defendida. La defensa de San Juan es considerada un momento fundacional en el desarrollo de la identidad puertorriqueña ya que la victoria se debió a milicias criollas de blancos, mulatos, y negros. La estatua fue erigida originalmente en la Plaza Santiago (hoy día Plaza Colón) en 1882 pero fue reemplazada por la estatua de Cristóbal Colón en 1895. La estatua de Juan Ponce de León fue movida a la Plaza San José donde actualmente se encuentra.

Juan Ponce de León invadió a Borikén (el nombre indígena de Puerto Rico) en 1508, fundó su primer poblado europeo llamado Caparra, y conquistó la Isla, convirtiéndose en su primer Gobernador colonial. Era dueño de esclavos africanos y sometió a los Taínos a la encomienda, un sistema de trabajo forzado donde los indígenas trabajaban para los españoles “a cambio” de protección y aculturación al mundo Cristiano y europeo. Derrotó a los Taínos que se rebelaron en 1511 y llevó a cabo docenas de enredadas conocidas como cabalgadas en varios yucayeques de la Isla. Cuando los oficiales coloniales decidieron mover la capital de la Isla a la isleta de San Juan, Ponce de León resistió. Se opuso tenazmente y se rehusó a abandonar su asentamiento minero. Eventualmente el conquistador zarpó hacia Florida, donde encontró la muerte en 1521; un año después el traslado de Caparra a San Juan fue completado. No está claro si alguna vez pisó la isleta de San Juan y su oposición está bien documentada. Sin embargo, sus restos fueron depositados (probablemente en contra de sus deseos) en la Iglesia San José, la segunda iglesia más antigua de toda América (y luego transferidos a la Catedral de San Juan en el siglo XIX) y su estatua fue erigida en la plaza aledaña a dicha iglesia que lleva el mismo nombre.

Crítica

El 11 de abril de 1877, el Boletín Mercantil, periódico oficial del Partido Conservador (Incondicional Español) de Puerto Rico publicó una columna clamaba por la construcción de una estatua al conquistador de Puerto Rico, Juan Ponce de León. El autor proclama que,

podemos todavía alzar un monumento, siquiera sea sencillo y humilde en el mismo sitio en que estuvo la primera población española de la isla (Caparra), en que se inscriban los nombres de los valerosos españoles que allí vivieron, trabajaron y lucharon, sucumbiendo muchos; así como su tierna prole, á los rigores de un clima entonces mortífero y a las flechas envenenadas de los salvajes.

La columna expresa la gratificación que deben sentir ante España “bajo cuya sombra protectora han vivido trescientos sesenta y ocho años de paz interior no interrumpida” y que además introdujo “la religión bienhechora de Jesucristo y los gérmenes de la civilización y bienestar que actualmente disfrutamos.” Citando una trifulca ocurrida en Méjico acerca de la erección de un monumento a Hernán Cortés, quien para algunos “representaba la violencia y la opresión,” el autor le recuerda al lector que la prensa Mejicana “en la mas completa uniformidad” declararon a Cortés como el padre de la patria mejicana, el “Moisés mejicano.” En ausencia de un “libro escrito del destruido imperio azteca” o de una victoria del “despotismo de Moctezuma” los mejicanos no tienen otra opción que aceptar ser herederos de su legado. En este contexto que precede el Ariel de Enrique Rodó (1900), la elite capitalina de San Juan proclama el deber que tiene la Isla de “alzar un monumento que sirva de señal a los que nos sucedan para identificar la primera etapa de la civilización hispanocristiana en la isla borinqueña.”

Juan Ponce de León es sin lugar a duda una figura importante en nuestra historia, pero es innegable que sus hazañas fueron todas violentas y/o genocidas. Su estatua representa la conquista española de Puerto Rico, y la conquista europea de América en general; representa la masacre de los Taínos y los pueblos originarios de las Américas. La estatua conmemora la violencia racial de la modernidad colonial. Removerla de San Juan no sería suficiente ya que la ciudad amurallada en sí es un vestigio del colonialismo, desde sus casas, calles e iglesias coloniales, hasta sus fortificaciones icónicas de San Felipe y San Cristóbal. Su permanencia en la Plaza San José refleja la incuestionable adherencia de las elites en Puerto Rico a sus raíces hispanas y a su identidad blanca/europea. Demuestra un pueblo latinoamericano que carece de sus propios founding fathers, pero que sim embargo conmemora los de su colonizador en escuelas y días festivos.

Por otro lado, los símbolos importan y son factores influyentes en la conciencia colectiva y la salud mental de un pueblo. Es difícil determinar el efecto que tienen las imágenes de la televisión, libros de textos escolares, y propaganda comercial en la psiquis de un pueblo, pero sería difícil argumentar en contra de la necesidad de generar material visual y artístico que presente de manera positiva a Puerto Rico, su historia y su gente, especialmente para nuestra juventud. ¿Es posible que la transformación de los símbolos y las imágenes son requisito o al menos un factor influyente para el desarrollo de una conciencia decolonial? ¿O acaso esa transformación simbólica solo puede y debe ocurrir a consecuencia de una transformación material tangible de justicia social? Me parece que hay que generar nuevos símbolos, y no me refiero a hombres y mujeres que representen perseverancia y resistencia, aunque no lo descarto tampoco. El problema es que aun así, esto solo sería una reformulación del mismo modelo antropocéntrico que celebra los valores encarnados en el ser humano, en el ego monolítico. La naturaleza y su universo están repletas de íconos que meritan nuestra emulación y respeto, y no están sujeto a la revisión y reinterpretación histórica, a menos que descubramos en un futuro cercano que “todo guaraguao tiene su pitirre” porque los pájaros son aparentemente racistas.

Por último, el uso del metal de los cañones ingleses utilizados en el ataque de 1797 revela la fidelidad que el monumento busca exaltar. El historiador Mario Cancel resalta como la defensa de la isla ha suscitado interpretaciones contradictorias:

Las autoridades españolas reconocieron el heroísmo de los defensores fuesen estos peninsulares o insulares, pero lo interpretaron como una reafirmación de su fidelidad a la bandera española. El 1799 una Real Orden impuso que el escudo de armas de San Juan incluyera una orla con la frase “Por su constancia, amor y fidelidad, es muy noble y muy Leal esta Ciudad”. La historiografía nacionalista ha destacado en aquellos eventos un signo digno de orgullo puertorriqueño por el hecho de que muchos de los héroes militares no eran españoles. (Cancel, 2013).

La Corona española enfatizó la fidelidad española pero la historiografía puertorriqueña suele presentar a este evento como un hito histórico en la formación de una identidad puertorriqueña, separada a la de España. La fusión de los cañones de los forasteros derrotados con la figura de Ponce de León, convierten el monumento en un símbolo de lealtad y defensa del imperialismo español y la identidad hispana. 

Y entonces, ¿qué se debe hacer, si algo? ¿Removerla? Un mero acto simbólico. ¿Ignorarla y reconocer que es parte de nuestra historia? Aun así, aceptación y celebración no son sinónimos. ¿Debemos seguir conmemorando la colonización y la violencia? Tal vez debería ser ubicada en un museo (de los pocos que hay) como reliquia del pasado para ser contextualizada e historizada. Otra alternativa sería historizar el monumento en donde se ubica, y desarrollar en la Plaza San José un espacio donde la memoria colectiva pueda nutrirse de distintas perspectivas. La Iglesia San José sufrió daños el 12 de mayo de 1898 debido al bombardeo de San Juan por buques de guerra estadounidenses. Contextualizada junto a la estatua del primer conquistador de Puerto Rico, la plaza podría servir como un espacio de educación y concienciación anticolonial y antibélica. No hay una solución ni una respuesta correcta, pero debemos actuar para descolonizar nuestros espacios públicos. Los símbolos, sean estatuas o nombres de calles, se transformarán a la medida que la conciencia colectiva del pueblo confronte su pasado y su presente colonial; la transformación podrá ser consecuencia como también génesis de este proceso de memoria decolonial.


Statue of Juan Ponce de León, San Juan, Puerto Rico

Description

Juan Ponce de León stands on a pedestal at the center of la Plaza San José. He wears his typical conquistador armor and points South, possibly towards Caparra, the first colonial settlement in Puerto Rico which he founded. There are four inscriptions, one on each side of the pedestal. They read:

EL EXCMO AYUNTAMIENTO A JUAN PONCE DE LEÓN

CONQUERERO AND CONQUISTADOR OF PUERTO RICO

24 DE JUNIO 1882

COMPANION OF COLUMBUS IN HIS SECOND VOYAGE

DISCOVERER AND FIRST EXPLORER OF FLORIDA AND THE BIMINI ISLANDS

VISITS THE ISLAND IN 1508

RETURNED TO POPULATE IT IN 1509

FINISHED HIS CONQUEST IN 1511

WOUNDED IN GLORIDA IN 1521

DIED AS A RESULT SOON AFTER ARRIVING IN CUBA

Context

In 1882 a statue of Juan Ponce de León arrived on the Island from the United States (see images below). According to the newspaper La Correspondencia, the statue was made using melted cannons from British captain Ralph Abercromby’s failed invasion of 1797. This was the last attempted invasion by a European power in Puerto Rico and is considered to be one of the defining moments of the Island’s history. During this attack, free blacks defended the coasts of Cangrejos and women in San Juan lit their torches to fool the British into thinking San Juan was heavily guarded. The defense of San Juan is considered to be a foundational moment in the development of Puerto Rican identity because victory was due to organized local militias composed of creoles, mulatos, and blacks. The statue was originally erected in Plaza Santiago (today Plaza Colón) in 1882 but was replaced by a statue of Christopher Columbus in 1895. Juan Ponce de León’s statue was moved to the Plaza San José where it currently stands.

Juan Ponce de León invaded Borikén (Puerto Rico’s indigenous name) in 1508, founded the first European settlement in Caparra, and conquered the island, becoming its first colonial Governor. He owned numerous African slaves and subjected Taínos to the encomienda which was a system of forced labor where Taínos worked for Spanish colonists in “exchange” for protection and European acculturation. He defeated the Taínos during their rebellion of 1511, and raided dozens of villages through the now infamous cabalgadas. When colonial officials decided to move the colonial capital to the islet of San Juan, Ponce de León resisted. He vehemently opposed the move and refused to leave his settlement. He would eventually move on to Florida where he met his death in 1521; a year later the move to San Juan was completed. It is unclear whether he ever set foot in San Juan and his opposition is well documented. Regardless, his body was buried (probably against his wishes) in the Church of San José, the second oldest church in the Americas (and later transferred to the Cathedral of San Juan in the 19th century) and his statue was erected in the adjacent plaza that bears the same name.

Critique

On the 11th of April 1877, the Boletín Mercantil, the official newspaper of the Conservative Party (Unconditional Spanish) of Puerto Rico published a column clamoring for the construction of a statue dedicated to Puerto Rico’s conquistador, Juan Ponce de León. The author proclaims that,

We can still erect a monument, even a small and humble one in the first Spanish town of the island (Caparra), with the inscribed names of the valiant Spaniards who lived, worked, and struggled there, with many succumbing to death; just like its tender commoners, due to its mortiferous climate and poisonous arrows courtesy of the savages.

The column expresses the gratification the people must feel towards Spain “under whose protective shadow they have lived for three hundred and sixty eight years of internal and uninterrupted peace” and who also introduced “the good intentioned religion of Jesus Christ and the seeds of civilization and well being which we presently enjoy.” Citing a conflict that occurred in in Mexico over the erection of a monument dedicated to Hernán Cortés, who for some at the time “represented violence and oppression,” the author reminds the reader that the Mexican press “in the most complete uniformity” declared Cortés as the father of the Mexican nation, “the Mexican Moses.” In the absence of “a written book from the destroyed Aztec Empire” or the victory of the “despotic Moctezuma” Mexicans have no choice but to accept being heirs to his heritage. In this context that precedes Enrique Rodó’s (1900) Ariel, San Juan’s elite proclaim that its San Juan’s duty to “raise a monument that will serve as a signal for those who succeed us to identity the first stage in the Hispanic-Christian civilization of this Borinquen Island.

Juan Ponce de León is undoubtedly important parts of our history, but it is unquestionable that his accomplishments were all mostly violent and genocidal. His statue represents the Spanish conquest of Puerto Rico, and the European conquest of the Americas in general; it represents the decimation of the Taíno people and the native populations of the Americas. It commemorates the modern colonial racial system and its violence. Removing it from San Juan wouldn’t be enough, as the city itself is a vestige of this very system, from its colonial houses, streets and churches to its iconic military forts of San Felipe and San Cristóbal. Its mainstay for over a century in the Plaza San José reflects Puerto Rico’s elites unquestionable adherence to their Spanish root and white European identity. Juan Ponce de León’s statue demonstrates a Latin American “country” that lacks its own founding fathers, yet commemorates those of its colonizer through school names and national holidays.

Yet symbols are important and they quite probably influence a people’s collective conscience and mental health. Its difficult to determine the effect images on TV, school textbooks, and commercial propaganda have on the psyche of a people, but it would be difficult to argue against the need to generate visual and artistic media that presents Puerto Rico’s history, people, and culture in a positive light, especially for our youth. Is it possible that the transformation of our symbols and imagery is a requirement or at least an important factor in the development of a decolonial mindset? Or can and/or should symbolic and aesthetic transformations only occur as a consequence of real and tangible social justice? I believe we need to generate new symbols, and I am not referring to men and women who represent resistance and perseverance, though I do not discard these either. The problem with this is that it only serves as a reformulation of the same anthropocentric model that celebrates the values incarnated in mankind, in the monolithic ego. Nature and its universe are full of icons that deserve our praise and emulation, and they are not subject to revision or historical reinterpretation, unless one day we eventually find out that, as in the popular Puerto Rican saying, “every hawk has its kingbird” because birds are apparently racist.

Lastly, the use of the metal extracted from the British cannons used in the 1797 attack by Ralph Abercromby reveals the fidelity this monument seeks to exalt. Historian Mario Cancel highlights how the defense of San Juan has generated contradictory interpretations:

The Spanish authorities recognized the heroism of the defenders whether they were peninsular or insular, but they interpreted the event as a reaffirmation of their fidelity to the Spanish flag. In 1799 a Royal decree ordered that San Juan’s coat of arms include the phrase ‘For her constancy, love and fidelity, this very noble and Loyal city. Nationalist historiography has interpreted those events as a sign of national Puerto Rican pride because of the fact that many of the military heroes were not Spanish. (Cancel, 2013, translation my own).

The Crown emphasized Spanish fidelity but local historiography tends to portray this event as a foundational moment in the formation of the Puerto Rican identity, an identity separate from that of Spain. The fusion of the foreign and defeated cannons of 1797 together with the figure of Ponce de León, turn this monument into a symbol of loyalty and defense of Spanish imperialism and Hispanic identity.

So, what is to be done if anything? Remove the statue? A mere symbolic act. Ignore it and recognize  its role in our history? But recognition and celebration are not synonymous. Should we continue celebrating colonialism and violence? Perhaps we should place it in a museum (in one of few on the Island) as a relic of the past to be contextualized and historicized? Another alternative is to historicize the monument where it stands, and develop in the Plaza San José a space where collective memory can grow through different perspectives.; an outdoor classroom of contested histories. The Church of San José suffered damages on the 12th of May of 1898 during the bombardment of San Juan at the hands of the US Navy. Contextualized together with the statue of Puerto Rico’s first conquistador, the plaza could serve as a pedagogical space for anticolonial conscience building. There is no one size fit all solution, but we should act in order to decolonize our public spaces. Symbols, whether they be statues or street names, will be transformed when the collective consciousness of the people confront their colonial past and present; the transmutation of our symbols can be both the consequence as well as the genesis of this process of decolonial memory.


Referencias y lecturas sugeridas / References and suggested readings

Dacres, P. (2004). Monument and meaning. Small Axe 16, pp. 137-153.

Murga Sanz, V. (1971). Juan Ponce de León: fundador y primer gobernador del pueblo puertorriqueño, descubridor de la Florida y del Estrecho de las Bahamas. San Juan, PR: Editorial Universitaria.

La Correspondencia. La estatua de Ponce de León…fue fundida con el bronce… https://chroniclingamerica.loc.gov/lccn/sn91099747/1892-12-27/ed-1/seq-2/#date1=1777&sort=date&rows=20&words=de+estatua+Le%C3%B3n+Ponce&searchType=basic&sequence=0&index=7&state=&date2=1963&proxtext=estatua+de+ponce+de+leon&y=0&x=0&dateFilterType=yearRange&page=1

Rodó, J. E. (1968 [1900]). Ariel. Editorial Porrúa. (Originally published 1900)

Cancel-Sepúlveda, M. (2013). La invasión inglesa de 1797. Puerto Rico: Su transformación en el tiempo. Web: https://historiapr.wordpress.com/tag/ralph-abercromby/


 

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